LA TIERRA DEVASTADA – 13- por Moisés Cayetano Rosado

2. EL HAMBRE DE TIERRA EN EXTREMADURA Y ALENTEJO.

El recurso a la literatura de la época nos hará entender mejor la situación de las dos regiones latifundistas por excelencia de nuestra Península. Así, para el caso extremeño, nos son de utilidad estos fragmentos de la novela Jarrapellejos, del escritor de Villanueva de la Serena Felipe Trigo, escrita en 1914:

¡Pobre Patria, tanto más digna de cariño cuanto más decaída a la presente condición por torpezas de sus hombres!… Leguas y leguas de rañas, de estériles jarales, que se pudieran roturar; tierras que debieran cambiarse de cultivo; latifundios a repartir entre los pobres; saltos de agua en futura industria utilizables, y puntos de la ribera de más sencilla acometida para el riego de los campos.

Está, Felipe Trigo, denunciando lo que ve, como escritor realista que era: latifundios (leguas y leguas) sin cultivar, o mal explotados; necesidad de Reforma Agraria en el sentido social (repartir entre los pobres), y apuesta por la transformación productiva (saltos de aguas, riego de los campos). O sea, anticipa todo un programa que más adelante será bandera en tiempos de cambio y apuesta revolucionaria.

En tanto, el novelista muestra la situación del campesinado con escenas como ésta:

Sobre un camastro, una extenuadísima mujer se abrasa al calor de la terciana, procurando acallar con sus flácidos pechos, agotados, el llanto de dos mellizos; la abuela, cojeando por los reúmas y por sus setenta y cinco años, haciendo a la lumbre de taramas caldo de peces y morcilla. El médico se renegó. Aquello, que a un sano le haría echar el estómago por la boca, mal podía servir para la enferma. ¡No disponían de otro alimento!

Ello dará lugar a revueltas espontáneas, desesperadas, que marcarán la historia contemporánea del campesinado extremeño cuando no encontraba el arreglo desesperado de la emigración, tan constante en la historia de Extremadura. Así, leemos más adelante en la citada obra:

Pedían: ¡Pan! ¡Pan! ¡Abajo los ricos miserables! ¡Abajo las limosnas!… ¡Que nos entreguen el pósito…! Y, efectivamente, uniendo la acción a la palabra, contra el pósito, anejo de la misma edificación municipal, concentraban las pedradas y el asalto.

Estamos más que ante una narración, ante un reportaje de acontecimientos cotidianos y… secuenciados: abandono de tierras por parte de sus poderosos propietarios; hambre y miseria del pueblo; desesperación y acciones contundentes para subsistir. Todo preparado, de encauzarse y darse las circunstancias políticas adecuadas, para una actuación revolucionaria.

En Portugal, en Alentejo en concreto, la situación es similar. Y hay un texto, de gran belleza literaria, altamente expresivo de lo que es el “hambre de tierras”, escrito por Manuel Ribeiro, natural de Beja, de su obra Planicie heróica, publicado en 1927, que dice:

A todos ruía uma ambição: -ter. Ter terra, uma morada de casas, carro e parelha de bestas. Mas, por desgraça, a terra estava ainda em regime latifundiário. Alguns lordes dominicais, que ninguém conhecia, que nunca ninguém vira, senhoreavam as mayores herdades da redondeza, todas grandes como condados, e estendia o temor da sua soberania absoluta por tudo quanto a vista abarcava, léguas e léguas cuadradas de montado e lavra. Ninguém se insurgia. Tudo achava legítima a posse: cada um é señor daquilo que é seu. Mas roía-os o desespero desta sina maldita que lhes fechavam a eles e a seus filos, como fechara já a seus pais, a posse daquela terra que era o seu sangue e vida, e que um qualquer que a não conhecia nem andava nela, podia orgullosamente dizer: É minha! –e deitá-los para fora dela, quando muito bem quisesse.

Es el problema de los grandes hacendados absentistas, que ni siquiera conocen sus enormes posesiones, en tanto los que las trabajan, los que viven en ellas como siervos, no dejan a los suyos ni el derecho a poder seguir como tales sujetos amarrados a la servidumbre, pues en cualquier momento pueden ser arrojados de la misma. Y esa es su ambición: Ter terra, uma morada de casas, carro e parelha de bestas, es decir, morada para resguardarse, instrumentos para trabajar y la tierra de la que sacar el pan para vivir, no más que eso: garantizar la dignidad del pan y el techo, desde el trabajo honrado.

Más adelante, denuncia ese acaparamiento de la tierra por unos pocos, ajenos a las necesidades de la inmensa mayoría: cada vez más ricos, más poderosos, en medio de la miseria de los otros:

A terra não se mexia, não se repartia, vinculada para todo o sempre a orgullosos barões feudais que morriam e a legavam a seus herdeiros, cada vez mais anchos e poderosos por alianzas.

La ocasión era propicia para intentar un cambio radical. Los campesinos (raça à parte, -esquiva, fugidia, melancólica e concentrada, moída pelo inferno duma aspiração sem esperanza, escribía Manuel Ribeiro) podían ser la vanguardia de ese cambio, y lo iban a ser, sin duda, cuando en sus respectivos países se den las condiciones adecuadas: la II República en España y la Revolução dos Cravos en Portugal, rupturistas ambas con respecto a la situación que les precedía, de poder oligárquico, caciquil, monarquía autoritaria en el primer caso y dictadura presidencialista en el segundo, dotadas de importantes fuerzas policiales represivas, que serán desmontadas con el cambio.

 

 

 

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