CASTILLO DE SANTA CATALINA. CÁDIZ. – por Moisés Cayetano Rosado

Imagem1
La fortaleza abaluartada de Santa Catalina (conocida como “Castillo”), en Cádiz, es otro ejemplo más de aceptable restauración y utilización acertada, con los que por fortuna me estoy encontrando últimamente. Deberían servir de modelo para los que solo ven un destino posible a nuestros fuertes: la de “contenedores” de restaurantes, salones de boda y hoteles de diseño y uso para unos pocos.
Esta impresionante maquinaria defensiva fue mandada construir por el rey Felipe II, en 1598, tras el terrible asalto inglés de dos años antes, que arrasó la ciudad, sometiéndola a pillaje, saqueo y destrucción. El proyecto fue del ingeniero militar Cristóbal de Rojas (autor de “Teoría y Práctica de la Fortificación”, el primer tratado de este género publicado en España), que fallecería en la ciudad antes de terminar la obra, pero que fue culminada con sus extraordinarias aportaciones.
Tras contribuir a la defensa de la ciudad a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX, el llamado Castillo de Santa Catalina (por albergar en su interior una capilla construida en 1693, dedicada a Santa Catalina de Alejandría), sería utilizado por el Ministerio de Defensa como prisión en diversas épocas, dejando de hacer uso del mismo en 1991.
Después de unos años de abandono, el Ayuntamiento se ha hecho cargo de la fortaleza, rehabilitándola (con algunas actuaciones controvertidas en las cañoneras y revoco de cemento) y poniéndola en uso y disfrute público, que es como ahora la encontramos.
Construcción pentagonal, que hacia el mar muestra una estrella de tres puntas -a manera de corona- y hacia tierra una tenaza por cuyo medio tiene la entrada, presenta dos niveles en sus estancias:
– En la planta baja está, a un lado y otro inmediatamente -en los antiguos polvorines-, una muestra museística del castillo y las fortificaciones de Cádiz, vista en su evolución histórica; en el centro, el patio de armas y al fondo una amplia sala de exposiciones, donde siempre hay una muestra temporal de pintura, fotografía, etc.; a la izquierda, la capilla de Santa Catalina, de alerón apoyado en pilastras y pequeña espadaña; a la derecha, otra sala de uso artístico.
– Subiendo a la planta alta, las vistas desde el paseo de ronda hacia la bahía y hacia el Fuerte de San Sebastián (en obras de rehabilitación) son extraordinarias. Y allá tenemos otra sala más de exposiciones, para muestras temporales, y unas amplias dependencias cedidas a distintos artistas locales de las más diversas disciplinas, que las utilizan como talleres de trabajo y creación, abiertas a la visita pública.
Magnífico espacio para una ciudad que en los últimos años está poniendo en valor un patrimonio monumental religioso, civil y militar extraordinario, enclavado en una red urbana vitalista, llena de palacetes, caserones, placitas bien tratadas, jardines, restos arqueológicos que desde los fenicios nos llegan a la actualidad, pasando por los griegos y romanos… justificando su calificativo de “tacita de plata” con justicia.

Leave a Reply