MI AMIGA DEL ALMA, FALLECIÓ HOY. COMO VIOLETA VALERY, EN DÍA DE CARNAVAL – por Raúl iturra

 

Laguna Verde, tierra da familia, donde Irma Irene Ramírez Mella que nos dejara ayer en Puerto Aysén, Sur de Chile, está a ser incinerada en Valparaíso, mientras escribo estas líneas. Las cenizas van al mar, a nuestra bahía que aparece en la imagen.

 

Silencio. Ni fotos ni música. Mi amiga del alma, Mi Irmita, como la llamaba yo, acaba de fallecer y está a ser incinerada mientras escribo estas palabras de recuerdos de más de treinta años de amistad. Fue la primera Nana que tuve, me crió, de nuestra quinta retiraba flores que, por instinto llevaba a la boca. Con su dulzura proverbial, me decía que eso no era para comer, era para adornar. Nuestros padres necesitaban niñeras, ella, trabajo. Desde los dos años, ella y su hermano Jorge vivían con la abuela Rosalba Mella, empleada del Ingeniero, nuestro padre, para cuidar las casas que la jerarquía de la empresa usaba.

 

Su tragedia y la de Jorge, era que sus padres murieran cuándo eran pequeños en accidente de carro. La madre de la madre, la abuela Rosalba Mella, los crió. Su dinero no daba para tantos: Jorge fue contratado por la empresa por voluntad del Ingeniero, después de acabar sus estudios. Había muchos niños en la casa de Laguna Verde y las tías solteras e Nanas, no eran suficientes para tomar cuenta de tantos. Irma fue escogida para tratar de mí, y que buen trato tuve en mis dos años de edad hasta los 20. Me paseaba en una carreta tirada por una cabra, la foto está conmigo. El tiempo de crecer llegó y pasamos a ser amigos, profundamente amigos. Mientras yo estudiaba en casa con una profesora privada, ella fue al colegio de María Auxiliadora.

 

Estudiante brillante, me enseñó matemáticas, a escribir mejor, hablábamos siempre y nadie nos paraba. A mis 14 años, me transferí al colegio dominicano de Playa Ancha, a una cuadra de distancia del suyo. Por ser mayor que yo, fue a la Universidad, se graduó en literatura y escribía poemas y libros. Encontró al hombre de su vida, casó, tuvo hijos, me fui a la ciudad y al extranjero, loa años pasaron sin saber uno del otro.

 

Antes, hicimos teatro: representamos Mañanas de Sol de los hermanos Álvarez Quintero, dos viejos antiguos enamorados, que tratan de ganar memorias del pasado, ella como Doña Laura, yo, como Don Gonzalo. Habían sido novios en la edad de la juventud y se engañan uno al otro sobre la vida que habían tenido. Los dos tuvimos que maquillarnos de viejos, yo en mis 18, ella, en su edad más crecida. Representamos El pedido de Mano, de Chejov, en que yo era el conde viejo que pretendía casar con la doncella que entra en escena a cantar, maquillada de veinte años. Hicimos una adaptación de la obra de Isidora Aguirre y Francisco Flórez, La Pérgola de las Flores. Eran tan grandes nuestros éxitos, que no sólo representábamos en Laguna Verde, para el placer de los trabajadores, bien como éramos convidados a la ciudad de Valparaíso para el mismo tipo de actividades.

 

Mi Irmita, fueron veinte locos años de amistad continuada. Hoy reposas, para nuestro dolor. Tengo en mi escritorio todas las fotos de esos años. Nunca me dijiste que estabas enferma. Tu discreción proverbial, me traicionó…. Quería decir como el poeta: apaguen el sol, escondan la luna, no canten: MI Irmita descansa.

 

Abuelo cinco veces y amigo de MI Irmita y su hijo José Antonio Rojas Ramírez Febrero, 21 de febrero de 2012

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