Memorias de un extranjero extravagante – 46– por Raúl Iturra

A todo costo se quería evitar la subida al poder de un socialista, que había ganado su derecho, en elecciones libres y sufragio universal. Una de las tentativas, fue raptar al General del Ejército, René Schneider, como rehén con la condición de ser libertado solo si el nuevo candidato triunfante a la Presidencia de la República, no accedía al poder. Era un amigo, este Papito René, era, si sospecho bien, un liberal, que nos prestaba camas y literas del regimiento para los trescientos estudiantes que viajaban conmigo en trabajos de alfabetización y en la organización de sindicatos. Como yo no tenía automóvil, era él quien personalmente me trasladaba en el suyo, para el Regimiento y poder así escoger el material necesario para nuestro conforto, después de pasar horas enteras yendo de casa en casa de campesinos a enseñar y trabajar con ellos para construir escuelas, asfaltar caminos y limpiar el campo de malezas que no permitían obtener buenas cosechas. Fue así también que comencé mi trabajo en Talca. Estaba ahí mi amigo del alma, Francisco Vio, Pancho, como se laman en Chile a los Franciscos, en Portugal les dicen Chico.  Fue con él que presenciamos la noticia de la tentativa de rapto de Schneider. Los pretendidos raptores, estaban  enmascarados, pero su falta de tino era tanta, que no contaban con lo que yo ya conocía. René Schneider era fiel a la Constitución, a la ley ya a la autoridad. Esteban Iturra Pacheco, mi tío abuelo y amigo del General, ya lo había comentado con René: estamos seguros que puede haber cualquier atentado a la seguridad nacional, dadas las condiciones que envolvieran la elección presidencial. Lo comentó solo una vez conmigo y el asunto quedó encerrado para siempre, una complicidad compartida que he recordado toda mi vida. Para agradecer  su buena voluntad, un día lo convidé a almorzar con su mujer, Doña Carolina Elisa del Carmen Arce Durandeau, al campamento central de la parroquia que nos servía de sede, la de la comuna Santa María, de la Provincia de San Felipe. Convidé también a los encargados de los cuatro campamentos, a quienes pedí a bañarse primero: ¡estábamos tan sucios por causa del trabajo! Como su mujer venía, tenía que haber otra niña linda y elegante para acompañarla. Eran los tiempos en que había conocido a la que después fue mi mujer y la madre de mis hijas y abuela de mis nietos, de quién yo me había enamorado perdidamente. Sabiendo la adicción a la etiqueta, senté en una cabecera al Papito con esta niña, de familia de embajadores, y a su mujer, en la otra cabecera, conmigo, el Presidente de los estudiantes y de la aventura que vivíamos.


Convidamos a Ricardo Huerta, el párroco quien, años más tarde, celebraría una misa en la casa de mi pretendida, bendeciría las argollas, las impondría en nuestros dedos, como señal de un próximo matrimonio, que se celebró casi dos años después, cuando Apoquindo era una barrio rural, refaccionado por los herederos de la propietaria que les legó la merced[1], los frailes dominicanos. La donataria era Doña Inés de Suárez, mujer del General Francisco Villagra, conquistador, antigua compañera de Pedro de Valdivia. Como representante de la monarquía española, creo esta merced para Doña Inés, que mandé refaccionar para  casarnos ahí, cuando nadie la usaba: era un vendaval de tierra suelta y posibles lluvias en ese día 15 de Abril de 1967.


 

Esta iglesia fue parte de la conversa con René Schneider, como de otros monumentos conocidos por nosotros. El día de su muerte, René Schneider, cercado por bandoleros pagos por la CIA, Kissinger e Nixon e Carlucci en Santiago disfrazado de Embajador, no podían imaginar la fortaleza del general. Eran bandidos, no tenían la más mínima noción de lo que es la honra y el deber. El General sabía los tiempos que vivíamos, aun cuando no usaba escolta.  Esta iglesia fue parte de la conversa con René Schneider, como de otros monumentos conocidos por nosotros.

 

Nadie  imaginó que este tipo de atropellos y asesinatos, pudieran acontecer, especialmente  porque parecía haber sido un suceso preparado por generales rebeldes que no querían un Socialista como presidente.


El 21 de octubre de 1969, un grupo de oficiales liderados por el General Roberto Viaux, se acuarteló en el Regimiento “Tacna” de Santiago para exigir mejoras salariales y profesionales para el Ejército. Este hecho, conocido como el “Tacnazo”, terminó al día siguiente con el arresto de Viaux y la posterior renuncia del Comandante en Jefe del Ejército Sergio Castillo Aránguiz y del Ministro de Defensa Tulio Marambio.


El 27 de octubre de 1969, el Presidente Eduardo Frei Montalva nombró al General Schneider como Comandante en Jefe del Ejército. Su saludo al Ejército al momento de asumir tradujo en parte la compleja situación que entonces vivía la institución castrense:


“Al asumir el mando del Ejército deseo expresar a todos sus miembros el alto honor que significa comandar a nuestra Institución, cuya trayectoria profesional y cuyos fundamentos doctrinales y de principios permanecen inconmovibles e inalterables frente a quienes han pretendido perturbar su normal conducta de acción.”


La “Doctrina Schneider”


Como cabeza del ejército, Schneider debió enfrentar una situación delicada en el ejército luego del “Tacnazo”: problemas de disciplina, remuneraciones, adquisiciones, infraestructura militar y social del personal militar. Ante esto, intentó transmitir al Ejército su estricto respeto a las leyes y la constitución, manteniendo su función absolutamente apolítica.


En 1970, el posible triunfo electoral de Salvador Allende era sumamente polémico, en particular para algunos militares chilenos, debido a su ideología marxista. En respuesta a todas las llamadas del público que los militares recibieron para intervenir en el proceso electoral y para prevenir la elección de Allende, Schneider declaró, en una entrevista concedida al diario El Mercurio el 8 de mayo de 1970:


…”El ejército es garantía de una elección normal, de que asuma la presidencia de la República quien sea elegido por el pueblo, en mayoría absoluta, o por el Congreso Pleno, en caso de que ninguno de los candidatos obtenga más del 50 por ciento de los votos… Nuestra doctrina y misión es de respaldo y respeto a la Constitución Política del Estado.”


Esta posición sería posteriormente popularizada por la Unidad Popular como “la doctrina Schneider“. Sin embargo, el libro “Memorias Secretas de Patria y Libertad”, señala que Schneider expresó que en caso de que un eventual gobierno marxista se volviese ilegal, las Fuerzas Armadas quedan en libertad para resolver el problema.

 


 

 

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