(Continuação)
Factor tan importante como la religión en la estructura familiar y social de los pueblos primitivos, es el tótem; o sea, el animal, objeto o fenómeno de que deriva su apellido del grupo de individuos ligados por consanguinidad real o ficticia. Arranca este vínculo de una alianza de sangre establecida entre el fundador del grupo y el animal, objeto o fenómeno escogido, la cual se trasmite a los descendientes de ambos contratantes.
El clan, si se trata de pueblos matriarcales, y la gens, si de pueblos patriarca les, se consideran emparentados con el animal, objeto o fenómeno; no sólo toman de él el apellido, que se estima como un blasón, sino que también se atribuyen las cualidades del aliado y creen tener una influencia especial sobre él.
La Nación Mapuche dio a este aliado o protector de la familia el nombre de cuga.
Los cugas más generalizados eran huenu (cielo) y antu (sol). Les seguían Pillán[1] (el espíritu de los antepasados), que además de su papel religioso solía hacer de tótem; cura (piedra), lemu (bosque), lican (piedrecilla), lavquen (mar o lago), milla (oro), taru (ave de rapiña), ñancu (águila), leufo (río), co (agua). Los nombres de animales y de aves ocupan un lugar secundario. Cuando el tótem era un objeto inanimado o alguna fuerza de la naturaleza, los indios lo simbolizaban en un ser vivo.
Entre las denominaciones totémicas mapuches y su leyenda del diluvio, se advierten concordancias que hacen presumir cierto nexo. El espíritu de las aguas, Coi Coi, encarnado en una gran culebra, luchó con Ten Ten, el espíritu de la tierra, también encarnado en otra culebra; e intentó su destrucción y la de todos los seres que la habitan. Ten Ten avisó oportunamente a sus moradores las malas intenciones de Coi Coi, y la salida del mar y el desborde de todas las aguas que tenía premeditado; mas, salvo unos pocos, desdeñaron el refugio que les ofreció en las cumbres de sus montañas, confiando en que Ten Ten, apiadado de ellos, los convertiría en peces, en animales marinos, en rocas y en otros objetos que las aguas no puede destruir. La furia de Coi Coi fue tal que amagó las mismas cumbres de las montañas, obligando a Ten Ten a elevarlas hasta las vecindades del sol, de donde resultaron calores tan fuertes que chamuscaron a muchos de los refugiados. Agotada, al fin, la provisión de agua de Coi Coi, éste, rabiando, tuvo que renunciar a su intento.
En cuanto a los hombres que quedaron en la llanura, tal como ellos lo desearon, Ten Ten los transformó en peces, en rocas y en otros objetos, a fin de salvarlos (Rosales). No pudieron recobrar la forma humana, pero siguieron cohabitando con las mujeres que se salvaron en las cumbres, especialmente con las doncellas que se bañaban o entraban al mar a mariscar, y engendraron numerosa descendencia. Los tótems de origen marino o acuático y muchos de los que corresponden a objetos inanimados parecen arrancar de esta tradición.
En las pinturas que hacían en sus arreos y en sus armas en tiempo de guerra y en las grandes ceremonias figuraban, en primer lugar, el símbolo de la cuga a que se pertenecía, como exteriorización de la alcurnia; y sólo después el distintivo personal y los signos del rango. Muchos ostentaban adornos alusivos a su linaje, especialmente los caciques. Los del cuga nahuel llevaban cabezas, cueros o dientes de este animal, y los del grupo guru, colas o cabezas de zorros, y así sucesivamente.
El cuga o tótem se hereda entre los mapuche por la línea materna. El hijo llevaba como apellido el cuga o tótem de su madre, nunca el del padre. Cayumanqui, cacique de Arauco, tuvo por hijo a Petehuelén; Ainuvilo, a Lincoyán; Carampangue, a Queupantú, etcétera.
Esta supervivencia de un matriarcado en vías de desaparecer, tendía a anular la autoridad del padre, puesto que la mujer y sus hijos quedaban dependientes de una autoridad extraña a él para todas las manifestaciones de la vida política y religiosa: la de su tótem.
Fuente:
“Historia de Chile”, Francisco Antonio Encina
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Bien sabemos que los datos de Encina o eran retirados de otros textos, o reunidos por su asistente y amigo especial, Leopoldo Castedo, quien acabara los volúmenes, veinte en su conjunto, y los resumiera en tres volúmenes. Sin embargo los datos Mapuche calzan a la perfección, retirados de investigadores indigenistas que habían escrito después de vivir con grupos Mapuche o clanes, como los Picunche, como lo he hecho en los años 90 del Siglo pasado.
Si los Mapuche son politeístas, también lo han sido y lo son los católicos, esa vasta mayoría de la población chilena: veneraban a trilogía del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Chile se estima una población católica, pero ni todos son practicantes. La forma de ser católico está en la palabra y no en la práctica. En este sentido, la población huinca del país, como muchos mapuches, confiesan su religión y su creencia, pero no la practican. Los Mapuche son más pragmáticos, viven de su fe y del cuidado del tótem. El tótem no es una divinidad ni un espíritu y los Mapuche lo saben, hasta el punto de usar la mejor madera que tiene resina, para curar enfermedades y unir a la familia en los peores momentos de enfermedad. El tótem es una imagen que representa la familia, sus atributos y sus condiciones, como expliqué antes. Decía en nota al pié de página: objeto de la naturaleza, generalmente un animal, que en la mitología de algunas sociedades se toma como emblema protector de la tribu o del individuo, y a veces como ascendiente o progenitor. Es un emblema tallado o pintado, que representa el tótem, como se puede ver en las imágines que he colocado en el libro, en páginas anteriores. Los atributos del tótem están también descritos, siendo su misión cuidar a la familia, intercediendo por ellos a las diversas divinidades en las que los Mapuche creen, una para cada parte de la naturaleza de las que ellas se encargan de cuidar o tienen creado. La Nación Mapuche es una nación religiosa, como lo son los pueblos que habitan, Chile y Argentina. Con una diferencia. La Nación Mapuche no está dividida en clases sociales ni usan el capitalismo como modo de producción, en cuanto las Repúblicas referidas basan su producción y su economía en el lucro retirado a los trabajadores empleados por las empresas. Los Mapuche tienen un sistema de ayuda mutua y de reciprocidad en los trabajos. El capitalismo es un sistema que usa al trabajador, como he analizado a lo largo el texto, retirando de ellos las obras que hacen, que se pagan en salarios, los que, por su vez, pagan impuestos solo por el hecho de acumular finanzas para el estado, que tiene una gran cantidad de personas que trabajan en la administración del país: no producen, cobran
[1] El Pillán es un tipo de espíritu benigno de los mapuches, y entre los espíritus, una de las divinidades más respetadas; aunque recordando que los mapuches distinguen a Ngenechén (Guenechén) como la deidad “gobernadora de los mapuches” o el equivalente actual de “Dios” para los mapuches. Estando el culto a los Pillanes, más bien relacionado como un Culto a los ancestros del pueblo Mapuche.
Los Pillanes están relacionados estrechamente con el ser humano mapuche, ya que muchos de ellos corresponden a un fundador de un linaje o familia, y por ello los pillanes son sus antepasados masculinos, y relacionados con el origen del mapuche. Así cada familia antigua tenía su Pillán que los vigila y defiende a sus miembros. Por ello se hacían guillatunes o rogativos al pillán, para que beneficiaran al pueblo y para agradecerle por lo recibido. Igualmente el hombre mapuche como conclusión de su vida terrenal puede lograr convertirse en un pillán: si tuvo una gran descendencia que lo recuerde y que honre su memoria, y en vida siguió las tradiciones y leyes del Admapu (si es mujer puede llegar a convertirse en una wangulén).
El guillatún (del mapudungun: ngillatun, acto de petición o compra), es un rito mapuche de conexión con el mundo espiritual para pedir por el bienestar, fortalecer la unión de la comunidad o agradecer los beneficios recibidos. En algunas zonas tiene características particulares y recibe el nombre de lepún o camaricún. Una traducción aproximada que se usa frecuentemente para esta ceremonia es rogativa.
(Continua)
[1] El Pillán es un tipo de espíritu benigno de los mapuches, y entre los espíritus, una de las divinidades más respetadas; aunque recordando que los mapuches distinguen a Ngenechén (Guenechén) como la deidad “gobernadora de los mapuches” o el equivalente actual de “Dios” para los mapuches. Estando el culto a los Pillanes, más bien relacionado como un Culto a los ancestros del pueblo Mapuche.
Los Pillanes están relacionados estrechamente con el ser humano mapuche, ya que muchos de ellos corresponden a un fundador de un linaje o familia, y por ello los pillanes son sus antepasados masculinos, y relacionados con el origen del mapuche. Así cada familia antigua tenía su Pillán que los vigila y defiende a sus miembros. Por ello se hacían guillatunes o rogativos al pillán, para que beneficiaran al pueblo y para agradecerle por lo recibido. Igualmente el hombre mapuche como conclusión de su vida terrenal puede lograr convertirse en un pillán: si tuvo una gran descendencia que lo recuerde y que honre su memoria, y en vida siguió las tradiciones y leyes del Admapu (si es mujer puede llegar a convertirse en una wangulén).
El guillatún (del mapudungun: ngillatun, acto de petición o compra), es un rito mapuche de conexión con el mundo espiritual para pedir por el bienestar, fortalecer la unión de la comunidad o agradecer los beneficios recibidos. En algunas zonas tiene características particulares y recibe el nombre de lepún o camaricún. Una traducción aproximada que se usa frecuentemente para esta ceremonia es rogativa.