A crise na Europa, a crise em Madrid, a crise de um sistema: olhares sobre Espanha

Selecção de Júlio Marques Mota

 

15. De que va esta crisis – III

 

Joaquín Arriola – Profesor Economía UPV-EHU-

 

(conclusão)

 

 

D. La globalización

 

En términos generales, se puede definir la globalización como un proceso a escala mundial de redistribución del poder entre clases sociales (de los trabajadores hacia los capitalistas) y entre territorios (de las zonas rurales a las urbanas (China, o las nuevas perspectivas financieras de la UE 2007-2013 lo ejemplifican: menos poder a la PAC, más poder a la política de competitividad/I+D.), de las periferias de las ciudades a los centros de negocios (la gentrificacion, anglicismo que denota la revalorización del precio del suelo y la expulsión de los residentes de menos ingresos de los centros urbanos, refleja esta transferencia de poder), de las regiones menos desarrolladas a las más desarrolladas, de las periferias a los centros).  Así por ejemplo, en la Unión Europea las disparidades regionales de renta no se reducen (a diferencia de lo que ocurre con las medias nacionales, que sí se aproximan), y eso a pesar de las importantes trasferencias implicadas en los fondos estructurales. Obviamente, a escala internacional, sin transferencias del centro a las periferias de ningún tipo, no es de extrañar que las diferencias se hayan incrementado: en 1960 el 10% de la población mundial en los países más ricos tenía una renta media 46 veces mayor que el 10% de la población en los países más pobres (11.080 US$ frente a 256 US$ dólares constantes de 1995). En 2000 la diferencia era de 144 veces (35.210 US$ frente a 245 US$ : los más pobres se empobrecieron en esos 40 años, mientras los más ricos multiplicaron tres veces su riqueza). (Datos  calculados a partir de World Development Indicators 2004).

 

Un proceso que reconoce  la propia OCDE – el club de los países industrializados -, que recientemente constató estadísticamente un periodo largo de deterioro de la participación de las rentas del trabajo (asalariado y autónomo) en el PIB de todos los países desarrollados. En treinta años, el trabajo en los países centrales ha perdido diez puntos de participación en el PIB. Esto significa que, cada año, el capital genera más plusvalía, por un volumen equivalente a 5 billones de dólares (a precios de 2008), de la que ingresaba treinta años antes, no como consecuencia de una desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, sino mediante una modificación estructural de la distribución del ingreso.


Así, mientras el número de asalariados ha aumentado más de un 20% en los países de la OCDE desde 1993, las rentas salariales y cotizaciones sociales sólo lo han hecho en términos constantes en un 10%. Por el contrario, el consumo y la inversión rentista, no productiva, de los capitalistas, ¡han aumentado en un 211%! Estas rentas del capital, que solo para el año 2008 equivalen a cerca de 1,7 billones de euros (más que toda la economía italiana de ese año, de 1,6 billones) no se han destinado a mejorar la productividad (la inversión privada en capital fijo en la OCDE fue de 8 billones de euros en 2008), sino a perseguir su multiplicación en forma de rentas de la propiedad por medio de su inversión en activos sometidos a un proceso acelerado de revalorización especulativa, proceso que ha encontrado su límite con el agotamiento del ciclo especulativo desde el verano de 2007.


Estos procedimientos de gestión de la crisis, aplicados desde los años ochenta, pretendían recomponer la tasa de beneficios y relanzar la acumulación a escala global. Sin embargo, la crisis financiera anuncia el fracaso de esta estrategia. EL volumen de crédito se amplió enormemente en los últimos quince años, sobre la base de que la estrategia puesta en marcha iba a rendir sus frutos, es decir que el relanzamiento de la acumulación permitiría pagar las deudas. Pero esa esperanza no se cumplió: el PIB mundial creció en los setenta menos que en los sesenta, pero tras la primera dosis de medicina neoliberal, en los ochenta creció aun menos que en la década anterior, y en los noventa menos que en los ochenta. Tan sólo las deslocalizaciones permitieron un crecimiento extensivo de la acumulación en China y otras plataformas de la fábrica mundial, insuficiente para  compensar el estancamiento de los países centrales.

 

Por eso, la crisis financiera de la primera década del siglo XXI es expresión de la vía muerta en que se encuentra el sistema social vigente. Lo que resulta paradójico es que tras tres décadas de fracaso, se insista en la misma vía para intentar solucionar los problemas.

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