El problema de Vargas Llosa y de aquellos con quienes comparte posiciones ideológicas y políticas es la manipulación conceptual, a veces burda y otras veces sutil. En definitiva, acaban utilizando la “salvaguarda de la democracia” como escudo contra los progresos democráticos; se erigen en defensores de la democracia para desautorizar a quienes reclaman autenticidad democrática y cambios coherentes con los principios democráticos. Utilizan el marco constitucional como muros rígidos e inamovibles para justificar el inmovilismo, aunque no tiene reparos en modificarlo por decreto cuando conviene a sus intereses ideológicos, oligárquicos y partidistas. Es así en España, tanto en la del PP como en la del PSOE, si bien en la del PP han optado por la chapucería porque les ampara la mayoría absoluta y su propensión histórica al autoritarismo, y la del PSOE ha optado por la sutilidad, porque están en la oposición y porque les impulsa a ello su genética jacobinista. Y mientras defienden a capa y espada la democracia, no tienen inconveniente en imponer el voto subordinado en sus propias filas, pactar entre sí el reparto de cargos en la judicatura para salvar los intereses respectivos, subordinar la expresión democrática de los ciudadanos a sus propósitos partidistas mediante la manipulación demagógica y los pactos tácitos con los poderes fácticos -entre los cuales los medios de comunicación, en manos de grandes grupos-, y estafar incluso a sus votantes incumpliendo sistemáticamente sus programas electorales. Y además les queda tiempo aún para maniobrar en aguas turbias al margen de la ética: “a río revuelto, ganancia de pescadores”, como reza el refrán… Son cosas que ocurren en la España de las maravillas que aplaude y pone como modelo democrático Vargas Llosa: política servil ante los intereses de la banca, amordazamiento de la democracia mediante el ejercicio despótico de la mayoría parlamentaria y la subordinación partidista del poder judicial, y campo abierto a todo tipo de escándalos y estafas… Comisiones fraudulentas, presuntos pagos y sobresueldos a políticos en dinero negro, paraísos fiscales, presupuestos hinchados escandalosamente, obras públicas disparatadas y carísimas, castigo fiscal de las clases medias hasta la extenuación, evasión fiscal de escándalo… Cinismo, petulancia, ignorancia, menoscabo de la cultura, de la investigación, de la educación, un paro juvenil escandaloso, etc. Y no pasa nada: la “democracia” que defienden resiste. No hay dimisiones, no hay condenas, los juicios acaban en nada después de alargarse durante años… Y la democracia -”su” democracia- resiste, a prueba de bomba. Y, mientras tanto, ellos pontifican: pontifica el ínclito José María Aznar, ideólogo de la caspa y caspa de la ideología, que entretiene su ocio en ocupaciones y negocios y consejos de administración en los que no habría pensado si no hubiera pasado por la presidencia del gobierno. Y pontifica el no menos ínclito Felipe González, al tiempo que anuncia, con una displicencia vergonzante, que piensa abandonar el consejo de administración de la compañia gasística que le paga 130.000 euros anuales, porque se aburre, y añade que aceptó el cargo “porque le interesaba conocer el sector energético” -es decir, que reconoce que no lo conocía suficientemente: ¿que hacía pues en ese consejo de administración?- y que probablemente le hubiera ido mejor asesorando sobre la colocación de capitales en paraísos fiscales… Qué bonito uso de la ironía, qué tío más cachondo, qué divertido, si no fuera porque la tasa de paro en España es escandalosa, si no fuera que muchos se alegrarían de poder percibir la décima parte de esos honorarios por aburrirse como él.
Y la democracia -”su” democracia- no se hunde ni parece que esté amenazada. Y el “marqués de Vargas Llosa” -el título nobiliario le fue concecido por el rey Juan Carlos en 2011- desde su púlpito de académico y su privilegiada posición, aplaude.
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EDITORIAL – OS MONOPÓLIOS, A COMUNICAÇÃO SOCIAL E VARGAS LLOSA.