MEMORIAS DE UN EXTRANJERO EXTRAVAGANTE – 6 – por Raúl Iturra

(Continuação)

 

La burguesa chilena, o los que de obreros pasan a ser parte de ella, ven una realidad que convierten en novelas, como Benjamín Vicuña McKenna y su libro Los Lisperguer y La Quintrala (Doña Catalina de los Ríos), Episodio histórico-social con numerosos documentos inéditos. 2ª edición aumentada y corregida. Ediciones de la Imprenta del Mercurio, Valparaíso (1877).

 

O el de Magdalena Petit y su pequeño grande libro, que tituló La Quintrala, que en 1999 iba e su 27ª edición, libro que le mereciera el Premio Nacional de Literatura. O Eduardo Barrios, que ennoblece sus experiencias de eróticas, tal como acontecía en El Pino con mi padre y mi abuelo, en su Novela de 1948, Gran Señor y Rajadiablos de la Editorial Nascimento, en mis manos, la 9ª edición, que le mereció el Premio Atenea. Eduardo Barrios, Valparaíso, 1884 – Santiago, 1963) Novelista chileno. Se educó en Lima y de vuelta a su patria emprendió la carrera militar, que no llegaría a finalizar.

 

En su juventud llevó una vida aventurera: fue traficante, artista de circo y buscador de oro. En 1909 comenzó a trabajar en la Universidad de Chile y en 1925, fue nombrado Conservador de Propiedad Intelectual de la Biblioteca Nacional mientras oficiaba de taquígrafo en la Cámara de Diputados. Se inició en el periodismo en el diario La Mañana, ejerció como crítico de teatro en la revista Zig Zag y también colaboró en diversas publicaciones literarias. En 1927 fue nombrado Director de Bibliotecas y asumió durante un breve periodo el cargo de Ministro Educación.

 

En 1953 volvió a desempeñar este cargo y el de Director General de Bibliotecas, en que se mantuvo hasta su jubilación en 1960. Eduardo Barrios compaginó estas actividades con la escritura y publicación de sus cuentos, novelas y obras teatrales, en virtud de las cuales, obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1946, así como su ingreso en la Academia Chilena de la Lengua en 1953. Toda su producción literaria está salpicada de toques de costumbrismo, épica, descripciones de la naturaleza y análisis de la clase media. Su estilo se caracteriza por el profundo análisis psicológico de todas las situaciones y problemas. Se dio a conocer muy pronto como literato con su libro Del natural (1907), conjunto de relatos de acentuado tono realista, que muestran claramente la ascendencia zoliana.

 

Más tarde, en 1915, publicó El niño que enloqueció de amor, historia de un niño que se enamora perdidamente de una mujer adulta, amiga de su madre , profundo análisis de psicología infantil. Sus sentimientos y vivencias quedan estampados en su “diario de vida”. La historia termina en tragedia y el lector, a esta altura, involucrado con el joven, siente una profunda conmoción. Diferente relato al de su novela de 1948 (hay un debate sobre el año de su publicación, por haber los que dicen que fue llevado al público e 1949): Gran Señor y Rajadiablos , novela que me delicia y siempre lo tuve como libro de cabecera, por dos motivos, por ser el texto que es, libertino, erótico, de un Pedro, el personaje central, que no tenía miedo al lobo; y por haber sido un regalo del Señor Ingeniero, mi padre, cuando visité Chile en los tiempos de Allende y me ofreciera la edición de Nascimiento de 1967, el único recuerdo personal que de él me quedó .Fue miembro de la Academia Chilena de la Lengua, de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Brasileña. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1946.

 

(Continua)

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Benjamín Vicuña Mackenna (* Santiago, 25 de agosto de 1831 – † Santa Rosa de Colmo, 25 de enero de 1886) fue un destacado político e historiador chileno. Fue hijo de Pedro Félix Vicuña y de Carmen Mackenna (hija de Juan Mackenna), realizó sus estudios en el Instituto Nacional y la Universidad de Chile, graduándose de abogado en 1857. Vicuña Mackenna era descendiente de vascos1 e irlandeses.

 

Magdalena Petit Marfán fue una escritora chilena, recordada por sus populares novelas La Quintrala, Los Pincheira y Los Hijos del Caleuche, entre otras. También escribió obras de teatro, ensayos y biografías. Escribió además, obras de teatro para niños como El Cumpleaños de Rosita, El bebé gigante y Pulgarcito. Luego, continuó su obra dedicada a temas históricos con Los Pincheira (1939), novela dedicada a Benjamín Vicuña Mackenna. Dentro del género dramático, escribió El Hijo del Caleuche, pieza ganadora del concurso del Teatro Municipal para obras teatrales y folclóricas, que originó más tarde la novela El Caleuche (1946), que obtuvo el Premio Municipal de Santiago. También dentro de este mismo género escribió El Desencantamiento de los juguetes (1938). Cada vez que Angélica comía o estaba en su casa, ya sea conversando con su madre u otro asunto, él, tontamente perdía el tiempo observándola. Era extraño, dormía pensando en ella, en su rizado cabello; cada vez que ella no se encontraba cerca, la imaginaba. Sin embargo, cuando se encontraba a su lado, simplemente él no existía; sólo la admiraba y nada más que pensar hacía.

 

Luego lo lamentaba estúpidamente. “A José Pedro Valdeverde nada lo detiene porque se sabe dominador. A él se entregan las indefensas campesinas, se someten también sus amigos del campo y de la ciudad, ejecuta malhechores, burla la ley e impone su voluntad sin contemplaciones. Y va más allá: dispone de su propia muerta. En torno a la imagen del “patrón” se va urdiendo un tejido de relaciones relativas al multiforme y complejo mosaico del agro chileno, con la impronta narrativa de la que ya Barrios ha hecho una suerte de marca formal” Esta obra que, en la actualidad ya ha alcanzado numerosas ediciones, es considerada como una de las mejores novelas de Eduardo Barrios.

 

En esta narración la temática sobre la vida campesina es presentada por el autor desde una perspectiva más analítica y psicológica, permitiendo que el lector se haga partícipe de los miedos, frustraciones y deseos de los personajes. Con esto, Gran señor y rajadiablos se insertó en la tendencia americanista de la literatura latinoamericana. Su aparición en 1948, provocó encontradas opiniones entre los críticos de la época. Uno de los tantos comentarios fue el de Mario Ferrero, quien expresó: En su visión realista del campo chileno, Barrios se despreocupa absolutamente del inquilino, del afuerino, del peón agrícola y del mediero, los auténticos héroes de cualquier creación literaria de la vida campesina nacional para fijar toda su atención en el señor feudal de nuestros campos, el rico agricultor en héroe de leyenda. (Muñoz Lagos, Marino. ¿Un personaje singular?, El Magallanes, Punta Arenas, 28 de mayo, 2000, p. 3) Esto que destacó Ferrero fue en efecto el principal mérito del libro, ya que Barrios al contar la historia de un poderoso señor feudal -José Pedro Valverde-, el que hace respetar su palabra e impone su ley, introduce un nuevo tópico, distinto al que las letras chilenas se acostumbraban a delinear. El lanzamiento de esta obra se hizo utilizando, por primera vez, publicidad en diarios y radios, lo que acarreó un éxito de ventas.

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