Há anos e de quando em quando, numas dessas séries de diálogos e debates pela internet e ao vivo, tenho ido comentando, com certo eco e surpresa nos meus interlocutores galegos e portugueses, que a leitura dos livros portugueses nos séculos XVI a XIX não devia ser infrequente entre a nobreza e gente de cultura galega. Que até poderíamos considerar que era provavelmente uma segunda (ou terceira, com o latim, depois do castelhano e antes do francês) língua de cultura.
Por comentários, pelas correspondências conservadas, notas e soltos, tomadas cá e lá e em ensaios diversos parece evidente que os Condes de Lemos, os Altamira-Ossório-Monterrei, Salinas-Ribadeu e claramente o Conde de Gondomar (de quem conhecemos inventários parciais da biblioteca e partes seletas da rica correspondência) citavam livros e autores portugueses e logicamente tinham de ter nas suas ricas bibliotecas.

Há algum tempo deparei com este artigo, para grande desfrute e confirmação da hipótese. “Letras portuguesas en la biblioteca del conde de Gondomar” de Pablo Andrés Escapa (2017).
Para os interessados e curiosos, recomendo a leitura do enxundioso paper, para a hipótese que nos ocupa já bem diz o abstract:
La colección de libros portugueses reunida por Diego Sarmiento de Acuña, I conde de Gondomar (1567-1626), constituye la muestra más completa de cultura escrita en portugués de la España Moderna y ofrece un campo de estudio particularmente revelador para conocer la recepción de la cultura portuguesa en España. El examen de los distintos catálogos conservados de la librería permite reconstruir el creciente ingreso de fondos portugueses en esta colección a partir de 1593. De forma complementaria, el epistolario del conde ilustra un vínculo afectivo con la lengua de Portugal inexistente con otras lenguas representadas en su librería y permite reconstruir ciertas operaciones comerciales en las que se implicó tanto para adquirir libros portugueses destinados a su biblioteca como para facilitar su compra a otros coleccionistas dentro y fuera de España. El papel de Diego de Silva y Mendoza, conde de Salinas, fue fundamental en estos intercambios inspirados en un aprecio común por las letras de Portugal.
(Destacados nossos)
A biblioteca portuguesa do Conde foi a maior da Espanha no seu tempo, tamanha que a do próprio Conde de Salinas (e de Ribadeu) tanto em impressos quanto em escritos de mão, nomeadamente de tema histórico e genealógico, mas também literário. As referencias as leituras, dados, críticas e réplicas abrolham constatemente na sua correspondência, assim como as questões e trechos em língua galega ou portuguesa. O que, Escapa, destaca explicitamente, numa das partes do ensaio: Querencias portuguesas en las cartas del conde de Gondomar.
La simpatía por las letras portuguesas que llega a apreciarse en la bibliofilia de don Diego se refrenda con algunos apoyos documentales que no han sido demasiado alegados hasta ahora, quizá porque tiende a imponerse el carácter anecdótico de lo referido por encima de su valor como testimonio para ilustrar una tendencia. […] Hoy podemos reconstruir esas trazas de familiaridad con lo portugués no solo a partir de deducciones de lo que debieron ser sus labores militares y administrativas en Tuy y en Bayona, es decir, en la frontera, sino con el apoyo explícito de diversos testimonios epistolares. […]
De entre los corresponsales que Gondomar conserva en Lisboa, Melchor de Teves, tío de Gaspar de Teves, conde de Benezuza y autor de unas coplas que acabaron en la librería de don Diego (RB, ii/1581, fols. 163v-164v), es la persona más atenta a dejar constancia de las particularidades del carácter portugués en su carteo con Gondomar. «Buenos exemplos pongo a v. m. para que sepa el estilo de Portugal», le advertía desde Lisboa un 7 de julio de 1607. A medio camino entre la ilustración de la impaciencia y de la dignidad que gastaba la hidalguía portuguesa, le remitió una anécdota en la que el escrúpulo de un caballero de Lisboa en materia de protocolo se enfrenta con lo que le correspondía hacer a un castellano y a un gallego en caso semejante. En realidad, el cuento estaba traído para reforzar aspectos idealizados de carácter que se presentan como exclusivos de la nobleza criada en Galicia frente a los demás reinos, Castilla incluida, pero la anécdota halla su principal valor en el hecho de estar narrada en portugués a sabiendas de que su destinatario sabría reconocer que la gracia del suceso residía precisamente en la elección de la lengua.
Ayer trató aquí un caballero al arçovispo de Lisboa […] venía de allá de visitarle y entró a verme […] y venía furioso porque el arçovispo no le avía aconpañado más que asta la mitad de la sala. Y deçía con grandíssima cólera y graçia: «¡O, fillo da puta!, es miña medida a metade da sua sala, ¡don fillo da puta!, un paso avía de dejar de tuda a sala. Polos santos evangelios que si allá vuelbo, que le e de tirar de los cavejones asta que chege á escaleira». Esto, señor, es ser portugés. Y así estoy por consultar quál es la medida de mi casa, que tienen talle de hazerme salir asta la plaça. Porque si un arçovispo sale a la escalera, un castellano tiene obligaçión de salir asta mojarse los pies en la mar, y si fuere gallego, no cumple sin nadar y pasar de la vanda de alén. (RB, II/2155, carta 83).
En abril de 1604, cumplidos siete meses de estancia en Bayona atendiendo a la descarga y buen reparto de las especias que transportaban dos naos portuguesas que habían encallado, don Diego reconocía que «iba perdiendo el hablar castellano» (RB, ii/2115, carta 235). Y podemos estar seguros de que no fue solo por recurrir al gallego sino también al portugués para tratar con muchos de los oficiales y administradores de la carga embarrancada. La familiaridad de Gondomar con la lengua portuguesa le permitió reproducir de memoria una canción de trabajo que había oído entonar a unos negros ocupados en la descarga de las naos. Se la envió a Francisco de Contreras y le ofreció también la traducción del término canseira, sobre el que descansaba la agudeza de una letra en la que, a golpe de bomba para achicar agua, se lamentaba el tedio de ser virrey en la India y «fidalgo» en Goa tanto como el de reinar en España o llegar a Papa en Roma. Con sorna, advertía don Diego al destinatario: «por aquí verá v. m. qué aprovechado estoy en el arte de la lengua negra y india» (cfr. RB, ii/2115, carta 235 y ii/2239, carta 64).
Al margen de estas anécdotas, hay una prueba particularmente evocadora de las simpatías de Diego Sarmiento por la lengua portuguesa que ilustra el arraigo de esta querencia en el propio entorno familiar del conde. A lo largo de 1605, un pariente, Diego Sarmiento de Sotomayor, señor de las Achas, le escribió varias veces en portugués, o, por decirlo con más exactitud, en una variedad dialectal gallega con fuerte influencia, cuando menos gráfica, del portugués. El remitente nunca dudó de que la suya era una elección lingüística que el destinatario apreciaba. Al gusto de recibir noticias familiares en la corte, se añadía el hecho de que llegaran escritas «nesta lingoaje, pois é de v. m. tan estimada»18. De tal confidencia cabe concluir sin excesivo riesgo que era justamente el recurso a la lengua usada en confianza y en un entorno familiar el vínculo afectivo que servía para traer a don Diego a sus orígenes y despertarlo, según sugiere con algo de malicia su pariente, «do sono de correxidor».
(Destacados nossos)
Como sabemos, o senhor de Gondomar é um dos mais conhecidos personagens que entre a nobreza galega do século XVI-XVII defende uma e outra vez a Galiza, que promove a recuperação do voto em cortes e dos primeiros documentados em reivindicar a possibilidade de escrever galego. Até poderíamos dizer, sem muito engano e após botar um olho às leituras da sua biblioteca, que se trata, na realidade de um dos primeiros galeguistas e teóricos da nação, senão o primeiro conhecido (provavelmente seguindo e em debate com os portugueses e biscainhos).
Não é nenhuma novidade dizer, o tópico Gondomar e o galego circula desde há mais de 45 anos na construção e repertório da linguística galega e está presente, ab ovo, e como constante no discurso galeguista dos séculos XIX e XX. Mas, justo por isso, resulta fascinante como na historiografia (política, linguística e literária) galega é quase obviado (ou colocando como indica objetivamente Escapa na categoria da anedota) o relacionamento e normalidade da leitura em português, como elemento cultural conformante.
Um quadro que, porém, é repetido quando menos nos casos de Feijó, Sarmiento, Cornide, Pintos, Romero Ortiz, Faraldo, Añón, Murguia, Rosalia, Pondal todos eles considerados os pais do galego literário e da Galiza moderna. E sem termos de ir à geração Nós e às da pós-guerra para a descoberta. Talvez cumpria destacar simplesmente, que, na realidade, nunca se perdeu o contato, nem a leitura, nem a frequentação das fontes portuguesas.
Tem talvez a sua importância que “casualmente” o revival da identidade da Galiza, do papel dos galegos e da sua língua, aconteça no momento em que Portugal faz parte da Coroa espanhola e os galegos frequentam mais Portugal, portugueses e a língua portuguesa. É interessante, considero importante refletir a respeito, destacar que no período da Monarquia comum, quando menos, e especificamente no núcleo e lobby galego daquela Corte da Fastigínia, o livro português, a língua portuguesa e o relacionamento e debate com Portugal, fosse um elemento importante para quando menos um, ou o mais importante dos pre-intelectuais galegos que estão a defender, reivindicar e começar a estudar a história da Galiza e das suas antiguidades e o papel dos galegos na História.
Agora, dito isto, a questão é, como consideravam os galegos cultos antes do Século XVIII as fontes, as leituras e as falas portuguesas: como próprias, meio-próprias ou estrangeiras?
A matização é fundamental, e nomeadamente a respeito da ideia da língua, não apenas porque liquidaria sem mais a genealogia do galego e a invenção dos Séculos escuros, quanto e porque a condição de estrangeirização, e a definição da data de rotura de ambas as linhagens linguísticas antes do XVI, tem definido do século XVIII e até quase os nossos dias, a caracterização do galego e a identificação precisamente das fontes escritas que justificam e testemunham a separação e sobre as que se tem elaborado os compêndios de características que definem o que é, e não é, o Galego Médio e por ende o Galego.
E aí o interessante. E se a definição prévia do que é Galego (provavelmente de Martim Sarmiento em diante) condiciona as descobertas? tanto as definidoras, sempre celebradas como cousa patriótica, quanto as rejeitadas, por portuguesas? e, daquela, não compromete a mesma classificação?
Pensemos se no fundo, e no canto, de ir conjuntar características linguísticas em escassos textos dispersos originados longe dos centros canônicos para os analisar como um corpus comum característico, não seria mais acertado entender que a divisão é estritamente política e posterior.
Porque saber, sabemos que do século XVI a XVIII não há quase cultura escrita “em galego”, apenas restos espalhados, o que é lógico, não é a língua do Rei, nem a da Corte, nem a das leis, nem a das imprensas… mas, e se continua a circular pela Galiza, entre os galegos, quando menos na sua forma escrita e para leitura nos setores cultos “em português”?